La verdad es que ya teníamos ganas de casar a esta pareja que ya conocíamos de otra boda anterior realizada a unos amigos de la novia.
Pasar un fin de semana en Valladolid para hacer este trabajo, más que trabajo, fue un placer.
Placer porque te sientes parte, aunque sea por un día, de una familia y estás presente tanto en sus llantos como alegrías.
Si a esto le añades el trato tan cariñoso, siempre pendiente de si necesitas algo, tanto de familiares y amigos como de los propios novios,
es cuando de verdad, te sientes afortunado de hacer lo que haces.
Si tuviéramos que destacar algo de esta boda, a parte de lo mencionado, es de la naturalidad y alegría que despedían cada uno de los invitados.
No podemos más que agradecer la confianza que Ana y Cani depositaron en nosotros, en un día tan especial en su vida y que nos dejo huella en la nuestra.
Un beso a los dos.